Nuestros antecesores tuvieron el esfuerzo y la generosidad para iniciar las prácticas deportivas del Club y esto nos obliga a estar a la altura de tanta exigencia. Más aún cuando sabemos que no solamente practicaron rugby o hockey, sino que además promovieron la fundación de entidades en la provincia de Mendoza donde nuclearse y desarrollar deportes tan necesarios para la educación de los pueblos. ¿Cómo es posible perdurar en el tiempo con el esfuerzo y el fruto que salta a la vista? El crecimiento permanente se sostuvo aferrándose de manera irrenunciable a los valores que eran propios de estos pioneros de 1962.El respeto consigo mismo y con los demás, la solidaridad frente a las necesidades del compañero, el esfuerzo en la consecución de los ideales, el apego a las normas del buen convivir, la generosidad, la pasión por dar apuntando siempre al bien común, la determinación, la búsqueda permanente de la concreción de los sueños, la prevalencia del grupo por sobre el individuo…

¡La familia propia extendida con afecto eficaz a los socios amigos en el Club!
Todos estos valores que –conjugados dan la permanencia alegre- nos provocan de manera innata un profundo sentido de pertenencia y un amor incondicional a Los Tordos Rugby Club. La tradición como río viviente: En nuestro Club nos gusta sentir que la tradición no es un concepto estático como una lata de conservas, sino que se trata de un río viviente de valores que los integrantes más grandes como cauce van “transmitiendo” en forma dinámica y enriquecida a los más jóvenes siendo así parte indispensable del legado cultural. Esta es la tradición que deberá ser el lazo uniente con las generaciones venideras. Aquellos que resaltamos esta oportunidad estamos convencidos que la historia de nuestro Club debe ser conocida y reconocida por todos, pero no de una manera fosilizada de datos, sino con la seguridad que esa historia es y será el andamiaje sostenedor y energético del Club. Como quienes nos precedieron, debemos continuar sembrando la semilla de la continuidad del legado para que más frutos abundantes los recojan las generaciones futuras, muchas de las cuales probablemente no llegaremos a conocer. Será fundamental -además- que esta semilla la vayamos regando con nuestro ejemplo cotidiano y con nuestras acciones consecuentes con lo que pregonamos. El tiempo, el compromiso, la solidaridad, el respeto y la gratitud son las gotas con las que todos podemos regar este surco familiar donde nos toca vivir.
Los niños y jóvenes serán los beneficiarios como deseamos.